Dulzura perversa

Después de una cena veggie llena de «¿cómo coño han hecho esta tortilla de patatas tan buena sin huevo?» y «¿en serio esto no es pollo?» y «joder, voy a reventar», salimos prácticamente rodando del Enjoy Vegan del barrio del Born divagando entre irnos a tu casa con tu chico o dar una vuelta para rebajar la comida y esa inocentemente llena de picardía propuesta tuya de «¡vamos a tomar algo a un sitio muy chulo!» que a mí me acaba de parecer perfecta porque quiero ir a algún sitio y charlar un poco pues me apetece más cita contigo.

Pero resulta que ese ‘un sitio’ era el First Bar, que el garito mola y el rollo de los post-it tiene su gracia pero hoy resulta que hay un chico cantando en directo, así que aquí estamos y te va a tocar leer. Aunque tengo que confesar que me va a venir bien pues además que siempre me ha gustado escribir más que hablar, una ‘carta’ me permite ordenar las ideas para expresarlas sin tartamudear tanto. Y es que yo «tartamudeo» mucho cuando me van más rápido los pensamientos que las palabras y/o me pone nervioso quien tengo delante y ahora tengo a tus malditos ojos mirándome por encima de esas gafitas de nerd. ¿A que no las necesitas pero te las pones para poderme mirar así? Va, que me lío. Sigo: Pues que escribiendo me siento cómodo para soltar ciertas cosas que seguramente no me atrevería a decirte a la cara porque me da vergüenza. No me mires así, que sí, que yo también tengo vergüenza. Y es como que lo que escribo tiene la categoría de ‘literatura’ y eso me exime de cierta responsabilidad sobre esas palabras escritas. Siempre puedo decir «no te lo creas, es que quería escribir algo bonito». Luego, nunca sabrás cuánto de verdad había en lo que escribí; si todo o absolutamente todo.

En fin, que me has traído aquí, donde el juego está en escribir mensajes en post-it y pegarlos por las paredes.

Pásame el boli que empiezo:

Me estaba acordando de la primera vez que te vi ‘de verdad’, en el Salón Erótico de Barcelona. Me es difícil concretarte de qué; mejor apelo a «¿te acuerdas de la cara de tonto que se me quedó?».

Supongo que tú no fuiste consciente porque es algo que noté yo. El quedarme literalmente sin saber qué decir. Eso me pasa cuando mi cabeza va a cien pensando mil cosas, intento ordenarlas además de filtrar las que puedo y no puedo decir.

Algo así como:

«Joder, mmm., ojos, labios, ojos (otra vez), joder y encima los ‘hace caer’, di algo coño, `hola, hem…´, `hola :)…´, joder (¿lo he dicho ya?), buff, es que no puedo decir de buenas a primeras `wow, joder con el corsé, ¿no?´, quizá le doy dos besos primero.»

Resumiendo: que me quedé anonadado (o como se escriba) y me pareciste bonita. Sí, bonita, porque veo en ti esa belleza que yo llamo ‘bonita’.

Ahora es cuando te beso y hundo mis dedos entre tu pelo mientras te cojo la nuca para evitar que te me escapes porque aquí y ahora esta es la única manera que tengo para poder sentir que estoy dentro de ti.

Por cierto, ¿llegué a decirte alguna vez que me encanta cómo te ríes? Esas carcajadas con un toque tímido y dulces como… vaya como tú eres.

«Sí, pero puedes repetírmelo.»

Un comentario en “Dulzura perversa”

  1. Joder Miquel como escribes
    Escribes tan profundo y sincero
    Que aunque esas palabras no son para mi.
    Puedo imaginarmelas escuchadolas de tu boca tan seductora y tus labios jugosos y tiernitos no dejes de escribir.
    Es muy lindo
    Con cariño
    Pelo azul.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.