Reaprendí a dar placer

Cuando hablo de C., aparte de hacerlo con amor y deseo porque me gusta y excita mucho, lo hago como quien habla de ese profe que te mostró que había tanto que aprender y te motivó a hacerlo.

A C. la conocí el sábado previo al día de reyes del 2015 en Antilla, una salsoteca de Barcelona, bailamos salsa y, lo mejor de todo, bachata. –Hay que erguir un monumento a quien inventó la bachata sensual, en nombre de todos los que disfrutamos del roce de nuestros cuerpos… GRACIAS.– Aún recuerdo la blusa de encaje negro semitransparente que llevaba ella y cómo estaba empapada en sudor salado. –Sí tengo que confesar que lo probé, lo siento soy de disfrutar con todos los sentidos y ya tenía satisfechos vista, oído, olor y, por supuesto, tacto… el sabor no podía ser menos.- Bailamos, salíamos a respirar aire fresco, charlábamos y volvíamos a entrar para seguir bailando. Era más que palpable que nos estábamos satisfaciendo las ganas de horizontalidad bailando en vertical. Mira que normalmente soy de cambiar de pareja en cada baile pero esa noche aprovechaba cualquier excusa para repetir con ella. Final de la noche, despedida y, por supuesto, intercambio de teléfonos. Si no, ¿cómo íbamos a quedar al día siguiente con la excusa de un taller de kizomba?

Domingo por la tarde me planté a la hora acordada en el sitio acordado con las ansias improvisadas de volver a verla. C., que no es tonta, se puso un top que le dejaba los hombros al aire y un escote estratégico que acentuaba sus atributos que, evidentemente, no me pasaron desapercibidos.

Sinceramente, me voy a saltar rápidamente la narración del taller incluso la cena posterior en el japonés en el que me costó concentrarme en la conversación sin que ello pasara desapercibido por C. la cual disfrutaba viéndome sufrir por no poder contenerme.

Salimos del restaurante y en el coche le pedí que no terminara ahí que sinceramente quería seguir disfrutando de ella pero esta vez en mi casa. No lo dudó ni un segundo… me encanta cómo es esta chica.

Ropa fuera, nos salieron las ganas acumuladas de esos dos días de golpe, aún no sé cómo no nos hicimos daño en los labios, es que poco nos faltó para arrancárnoslos a bocados. Le fui reconociendo esos pechos que tanto intenté intuir detrás de la ropa, al fin los podía ver, tocar, lamer y apretar… preciosos, perfectos… y seguí bajando hacia su secreto ya húmedo de ansiedades que mi lengua deseaba saborear. Pero –¡PARA! ¡NO!…– me paró con la mano, dejándome completamente descolocado. Pensé que le daba vergüenza, que temiera oler «mal» o que la incomodara por algo. Pero entonces me sorprendió diciéndome algo que nunca hubiera esperado y que lo cambió todo. –Tuve un accidente que me lesionó la médula de la columna y no tengo sensibilidad genital.– De repente mis «truquillos», casi todo lo aprendido frente a cómo tener relaciones sexuales y mi «arma secreta», el sexo oral, ya no me servía para nada.

Tengo la suerte de ser uno de esos que se crecen frente a un reto y esta vez no fue menos. No era un absoluto ignorante sobre las capacidades erógenas de otras partes del cuerpo así que nos dedicamos a explorarnos los cuerpos en busca de rincones de placer repartidos por toda nuestra piel. Y los encontramos, vaya si los encontramos.

Desde entonces, mis manos y mis dedos han sido uno de mis órganos sexuales más poderosos cuando recorren cuerpos enteros sin dejar recoveco por acariciar.

2 opiniones en “Reaprendí a dar placer”

  1. ¡Madre mía, has hecho sentirme tan especial! No te lo digo por Facebook para mantener mi privacidad pero tela… he recordado con mucho cariño cada uno de los momentos vividos contigo. Me alegro tanto de haber recuperado el contacto contigo…

  2. Eres unico y especial
    Tienes una sensibilidad
    Que me pone a mil y no lo puedo remediar
    No cambies nunca.
    Pues nuestras vidas tienen sentido y es gracias a ti.
    Mil gracias por estar por existir.
    GRACIAS. SEXO DE PAPEL.

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